El convento de los Carmelitas fue una fundación de la familia Navarro, financiada por D. Miguel Navarro, boticario del rey Felipe II. La duración de las obras fue extensa debido a la influencia de los trabajos de Santa María La Mayor, contemporánea del convento de los Carmelitas Calzados.

En 1662 se terminó de construir el edificio y fue habitado por la comunidad de monjes. En 1835 sufrió grandes desperfectos ya que fue entonces cuando el general Cabrera, tras acabar con el reducto liberal, se instaló en él. Éstos, para evitar la entrada de los asaltantes, prendieron fuego al templo.

El proceso de Desamortización de Álvarez de Mendizábal (1835-1837), provocó la pérdida de este bien eclesiástico pasando a manos de la pujante burguesía. Fue comprado por un fabricante de telas, quien construyó en su interior una fábrica textil de hilado, la cual cerró en 1977. El templo pasó a ser propiedad de la familiar del escultor José Gonzalvo, quienes posteriormente vendieron parte de ella a la Diputación Provincial de Teruel.

La singularidad de este convento es su claustro. Un claustro rectangular con un total de 22 arcos de medio punto de orden toscano en la planta baja, mientras que en la segunda se albergan 44 arcos del mismo orden, todos ellos elaborados en piedra.

Actualmente, dentro del convento, en la parte particular, se albergan una serie de viviendas y un museo dedicado al escultor José Gonzalvo. La DPT, por su parte, ha rehabilitado parte de la iglesia para fines culturales como Palacio de Exposiciones y Congresos en la planta alta, y Teatro en la planta baja.